TROZO
15. Bielmum.
El
mazazo que consiguió sacarme de allí no fue más que agua fría. Pero fría de
verdad. Al volver a abrir los ojos, me encontré en una habitación blanca,
brillante y bañada en tonos rosa que giraban y cambiaban como si de un
caleidoscopio se tratase.
Me
asusté, ¿qué estaba pasando? Estaba en un túnel, atada, había un tren y de
repente todo era rosa, un sitio cálido, acogedor... Mi mente no paraba de
repetirse: "Tengo que descubrir que está pasando aquí, y pararlo cuanto
antes mejor".
En
la habitación empezó a sonar una música. Y la bailarina de una caja de música,
con sus brazos por encima de la cabeza y sus pies y piernas en posición plié,
empezó a dar vueltas y más vueltas. La música empezó a dolerme en las orejas.
Parecía que mi cabeza iba a estallar. ¿Qué estaba pasando? Todo, todo era
terrorífico, la oscuridad y el tren, y aquella extraña habitación rosa...
empezó a tambalearse, la muñeca no dejaba de rodar, pero yo daba tumbos, al
igual que todos aquellos hula hops de oro, que por allí había.
Ahora
veía la muñeca desde su cabeza, y sus pies estaban enganchados al techo de la
habitación.
Intenté
escapar de aquella música ensordecedora, y por instinto cerré mis ojos y tapé
mis oídos. Empecé a notar frío de nuevo, oscuridad, a oler polvo. Abrí los ojos
y estaba de nuevo en el túnel pero ya no estaba atada.
Forcé
mi vista a acomodarse a la oscuridad y busqué la salida a mi alrededor. Había
un par de puertas pequeñas pero preferí no abrirlas, seguro que si me estaban
buscando pasarían por el interior y no por las suicidas vías del tren.
Caminé
durante varios minutos, empezó a subir la temperatura y se agradecía; intuía
voces y ruidos de gente pero nada de luz. Anduve, anduve, ¡y qué camino más
largo! Me puse a tararear una canción de cuna. ¿¡Yo!? ¿Una canción de cuna? La
música me hizo el camino más ameno. Mi nariz no sólo detectaba polvo, ahora se
estaba empapando de un rico olor. ¡Barbacoa! Alguien estaba haciendo barbacoa.
Estaba hambrienta, sedienta y con necesidad de ver a alguien más. Llegué a la
barbacoa. Aquello parecía el paraíso de los túneles: gente, luz, agua, cerveza
fresca, ropa... era un submundo en el túnel.
Una
chica con cara de muñeca se acercó ofreciéndome un gran vaso de agua y unas
salchichas con pan y tomate, y me preguntó si necesitaba algo más.
-Si, necesitaría una camiseta nueva, y
otros zapatos un poco más cómodos, tengo mucho que caminar.
- Eso está hecho, y no te preocupes, ya no
queda tanto. Y antes vas a poder descansar, tu cara da claras señales de que tu
cuerpo necesita una camita y seguro que una ducha no te vendrá mal.
Qué
suerte la mía, había topado con un ángel en el infernal túnel convertido en
paraíso. Me inspiraba confianza, y no quise dudar. Necesitaba un poco de
sosiego en esta extraña aventura por la que estaba atravesando.
Me
bebí el vaso de agua, me comí el pan, las salchichas y me preguntó si quería
irme ya, y le dije que como quisiera. Nos fuimos alejando de esa barbacoa y
ella se despedía de todas las personas que nos encontrábamos. Fuimos por otros
túneles, más estrechos, como pasillos, e íbamos pasando puertas y felpudos muy
coloridos. Lo encontré muy curioso, parecía como las viejas y estrechas
callejuelas de algún pueblecito de la costa del sur.
Sin
ella preguntarme, me apeteció explicarle lo ocurrido. Había estado en una
habitación rosa por unos segundos, con una bailarina y una música
ensordecedora, para volver otra vez a la vía, al túnel, a la oscuridad...
-
Lo sé, lo sé, has corrido mucho, sufrido, y ahora te toca descansar un poquito.
La
chica abrió una puerta blanca y nos limpiamos los pies en un felpudo blanco con
un tribal rosa. Me dio unas toallas, y me enseñó la ducha, mientras me
preparaba ropa me explicó que debía disfrutar de la ducha, de la cama, y coger
la ropa que necesitase. Me dijo que me quedaban muchos pasillos, muchos
túneles, muchos cambios de lugar y sobretodo que debía vigilar muy bien en
quien confiaba. Los que me habían atado a la vía, querían acabar conmigo y no
les importaba cómo hacerlo. Y yo ya sabría en quien tenía que confiar. Lo
intuiría, algo en mi interior me diría quienes son los buenos, pero nada me
enseñaría quiénes eran los malos. Debía escuchar todas las señales. Debía estar
alerta.
Me
dio una pequeña navaja suiza de color rosa y la puse en mi bolsillo derecho.
Me dijo:
"Tiene poderes, con ella podrás hacer todo lo que necesites. Utilízala con
sabiduría".
Felicito a Bielmum que ha covertido a las muñecas en personas de carne y hueso, con cerveza, salchichas y ropa limpia ¡menudo derroche de imaginación!
ResponderEliminarInteresante ha estado desde el principio, y sigue interesante en cada capítulo.
Un besito.