TROZO 10. Emilie.
Puse encima de la mesa el resto de los
papeles que tenía, busqué y rebusqué por todos mis bolsillos, mi cabeza no
paraba de hacerse preguntas, una detrás de otra, sin parar, no entiendo por qué
no hay forma de parar esta extraña sensación, esa adrenalina que hace que
sientas que observas el mundo mientras el resto pasa a tu alrededor
inconsciente de quién eres y de los secretos que quieres descubrir.
Alcé la cabeza un par de veces mirando al
vacío, hacia el fondo del local, sin poner atención a los rostros de las
personas que estaban allí conmigo, sentía que nada podía sacarme de esta
historia, tenía que seguir montando las piezas de este puzzle imposible,
así que seguía y seguía intentando encontrar la relación entre un nombre ¿y un
apellido tal vez? Un nombre, un círculo azul... seguía intentando descubrir qué
debía hacer con él, hasta que el grito fuerte de un niño al caerse de la silla
y los de su madre al ver la escena, me hicieron volver a la realidad. Seguía
allí en el mismo bar sin saber aún hacia dónde dar mis siguientes
pasos.
Fue entonces cuando me di cuenta de que el café con leche que me había
pedido se había helado completamente, ni siquiera me acordaba de él, y mi
estomago comenzó a hablarme y quejarse por haberle olvidado. Necesitaba comer
algo para seguir con mi aventura.
Llamé a la camarera que con su particular concepto del tiempo, se acercó
cuando termino de hablar con su compañera sobre la cena que había preparado a
unos amigos la noche anterior. Yo comenzaba a ponerme nerviosa, queria otro
café, comer y seguir el ritmo, así que la llamé de nuevo.
Se acercó haciéndome notar su desagrado, y sin darle tiempo ni de que se
acercara casi a la mesa y me preguntara, la ataqué con mi demanda:
- Un café largo bien cargado y una tostada con mantequilla y mermelada.
Me hizo un gesto afirmando que habia entendido lo que le habia pedido y
se acercó un poco más para retirar el vaso de mi café olvidado. Al ver la mesa
toda desordenada me preguntó si estaba preparando un examen entre tantas horas,
notas, bolis... y al ver el nombre de Segis Volpe sonrió preguntando si era
algun pintor renacentista que tenia que estudiar sus cuadros.
Sus palabras sonaron en mi cabeza que de nuevo tomó aceleracion y le pregunté
si tenían un listin telefónico en el bar. Sus risas me hicieron pensar en
nombres de calles, de personajes famosos, escritores, pintores, cientificos...
¿Podría encontrar alguna relación entre todos esos nombres y mi personaje
anónimo y mis números?
Su risa ironica se paró en seco al oir mis palabras, y me respondió con
una frase directa: “Voy a mirar”, por lo que entendi que volvería en unos
minutos; no sabía si con o sin el listín, pero sí sentí que volvería.
Y lo hizo, cargada con 3 cuadernos grandes, dos listines y un gran
callejero, pues ya con una voz más dulce confesó que no sabía el por qué no
habían tirado los viejos, pero los había traido porque una nunca sabe lo que
puede llegar a encontrar entre los libros, me dijo, como si minutos antes
hubiese estado dentro de la biblioteca e hubiese vivido conmigo todos los
detalles de la historia.
Comencé abriendo uno de los dos listines, el más viejo. Comencé por la
ultima pagina en busca de algun pariente de Volpe, tal vez podria encontrar
algún número al que poder llamar y poder preguntar sobre esta persona
desconocida.
Ni el mismísimo Sherlock Holmes sabría resolver este enigma ¿hay café para los lectores?
ResponderEliminarUn saludín :)
Café y lo que queráis, y más para los colaboradores ;-)
EliminarSaludos.