TROZO 16. Speedygirl.
Se recostó en la cama,
mientras pensaba en la última catarata de acontecimientos: persecuciones,
secuestros, peleas, delitos... ¿Cómo se había metido en todo aquello? Mientras
hacía el enésimo esfuerzo por comprender, cerró los ojos un segundo y debió de
quedarse dormida, porque lo siguiente que oyó fueron golpes y gritos. Unas
voces sospechosamente conocidas con ese acento asiático que tanto había oído
últimamente, (por desgracia) se acercaban cada vez más, dando portazos en las
habitaciones contiguas. ¡Los tipos de negro! ¿Otra vez? ¿No había manera de
despistarles?
Salió por la ventana en
dirección contraria a las voces y cruzó varios pasillos hasta que encontró una
escalerilla que parecía conducir a la superficie. Abrió lo que parecía la tapa
de una alcantarilla y se encontró en medio de un enooooooooooorme y lujoso
jardín, con una piscina en el centro. En medio de ella flotaba una amplia
colchoneta sobre la que tomaba el sol una impresionante joven. Se subió las
gafas de sol para mirarla un momento, le dio un corto sorbo a su mojito y le
preguntó lánguidamente:
-¿Ya está?
Marta no sabía qué
contestar. No sabía dónde estaba, ni quién era su interlocutora, ni qué quería
saber. Lo único seguro es que la confundía con otra persona y que esa confusión
podría ser su salvoconducto para salir de aquel lío. En ese momento, desde
luego, era su única oportunidad. Volver a los túneles ya no era una opción.
-Todavía no, pero estamos
cerca.
-¿Pero qué diablos estáis haciendo? ¡Sólo es una chica! ¡Físicamente idéntica a tí, además! Es joven, está sola y no sabe nada del negocio, ¿dónde está el problema?
-Está teniendo suerte
-O vuestra inutilidad crece a cada segundo que pasa, más bien. Yo no voy a dar más la cara por tí, tendrás que explicárselo tú. Viene en media hora. Sube y cámbiate, ya. Sabes que él no soporta verte con esas pintas.
Marta tuvo la tentación de salir por la puerta de la calle y alejarse lo más rápidamente posible de aquel lugar. Pero desde que comenzó ese lío no había hecho otra cosa que huir. Y siempre la encontraban. Había llegado el momento de saber de qué demonios iba todo aquel jaleo.
-¿Pero qué diablos estáis haciendo? ¡Sólo es una chica! ¡Físicamente idéntica a tí, además! Es joven, está sola y no sabe nada del negocio, ¿dónde está el problema?
-Está teniendo suerte
-O vuestra inutilidad crece a cada segundo que pasa, más bien. Yo no voy a dar más la cara por tí, tendrás que explicárselo tú. Viene en media hora. Sube y cámbiate, ya. Sabes que él no soporta verte con esas pintas.
Marta tuvo la tentación de salir por la puerta de la calle y alejarse lo más rápidamente posible de aquel lugar. Pero desde que comenzó ese lío no había hecho otra cosa que huir. Y siempre la encontraban. Había llegado el momento de saber de qué demonios iba todo aquel jaleo.
Subió a la alcoba que le
habían asignado en aquella inmensa mansión, se puso uno de los cientos de
elegantísimos vestidos que había en el vestidor y bajó a la sala de estar. Él
ya estaba allí.
Iba de negro y tenía
rasgos asiáticos, como los tipos que la llevaban persiguiendo todo ese tiempo.
En cuanto oyó su voz, sus sospechas se confirmaron: era el jefe de los ojos
rasgados. Y no parecía precisamente contento.
-El plan está a punto de
irse al garete por vuestra inutilidad. Si no cogéis a la chica, no servirá de
nada que tú la suplantes y te reúnas con el científico al que debes robarle la
fórmula de la fusión fría, porque ella lo destapará todo. ¿Dónde la habéis
perdido esta vez?
¡Por fin entendía algo!
Ahora el problema era salir de allí sin que descubrieran su identidad
verdadera. Al meter la mano en el bolsillo tocó la navaja suiza mágica, la que
le habían asegurado que tenía superpoderes. Quizá con ella tuviera alguna
oportunidad de escapar sana y salva y deshacer ese embrollo.
¡Ummmm, parece que por fin se va aclarando el enredo!
ResponderEliminarYa estoy ansiosa por conocer el desenlace final.
Besitos.
Ya queda poco Montse.
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