viernes, 27 de julio de 2012

Un Cadáver Exquisito - El Cuarto de Baño - "Trozo" 13


TROZO 13. Montse.

El vagón no iba demasiado lleno y noté que casi todos los viajeros que lo ocupaban me miraban con curiosidad. Sin duda notaban mi desconcierto y el lamentable aspecto que debía de tener, con la blusa ya sucia y el sudor que perlaba mi frente y mi cuello, así que traté de disimular todo lo que pude e intenté tranquilizarme un poco, si eso era posible, no sin antes agudizar mi sentido de la percepción, algo que hasta hacía poco creía que era inexistente en mí, y asegurarme que ninguna de aquellas personas pudieran ser sospechosas.

¡Estaba desquiciada! Había llevado un ritmo trepidante y mi corazón palpitaba a toda prisa. Intenté poner algo de orden en mi cabeza, pero la rabia y la angustia no me dejaban pensar con claridad y por mucho empeño que pusiera en ello no lograba entender lo sucedido, ni sabía quiénes eran mis perseguidores, ni lo que perseguían, ni nada de nada.
Al llegar a la siguiente estación, y para mi sorpresa, una más entre todas las que llevaba acumuladas, entró en el vagón el joven que me había sonreído y que se disponía a llegar hasta mí avanzando decididamente. Me levanté de un salto, con la esperanza de alcanzar la otra puerta de salida, pero no llegué a tiempo, se cerraron las puertas y el tren volvió a emprender la marcha.

Lo cierto es que el hombre no parecía representar una amenaza, más bien al contrario, y cuando me di la vuelta, lo encontré frente a mí. Me abrió los brazos y yo, asustada como una niña, me abalancé sobre él y empecé a llorar, sintiendo un gran alivio.
Permanecí entre sus brazos hasta la siguiente parada y seguí asida a él cuando, sin mediar palabra, se abrió la puerta y salimos del tren.
Una vez nos quedamos solos en el andén y el tren desapareció, el joven miró a su alrededor, imagino que para asegurarse de no ver a nadie. Entonces me agarró por los hombros y me obligó a bajar hasta el foso de los raíles, diciendo sólo ¡salta! y luego a caminar por el túnel.




Me empujaba para que fuera más aprisa, siempre tras de mí y sin hablar, y el túnel cada vez se hacía más oscuro a medida que avanzábamos. Sacó una linterna y con ella iluminó el recorrido ante mis pies. Intenté decir algo, pero él me hizo callar gruñendo un “chisss” y otro empujón, mientras las lágrimas volvían a rodar por mis mejillas.

Al llegar a una curva, se detuvo, y mientras con una mano me tenía cogida por la nuca, con la otra abrió una pequeña puerta metálica y me hizo entrar. Entonces me pareció escuchar una música a lo lejos y le pregunté "¿a dónde me llevas?" "¡Ahora no!", fue su respuesta y me pareció lo más tranquilizador que había escuchado en mucho tiempo.

4 comentarios:

  1. ¡Ay, qué ilusión! me gusta como ha quedado dentro del relato global y eso que andaba preocupadilla porque encajara.
    Se hace raro hacer una autocrítica ¡mejor lo criticas tú! jeje.

    Un beso.

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    1. Pues me gustó mucho cómo explicas las fases por las que pasa la prota en tan poco tiempo. Tensión, derrumbe, miedo e incluso sosiego al final. Un muy buen trozo de relato que me dejó con ganas de más.

      Un beso.

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    2. Jajaja, a eso lo llamo yo "una buena crítica". Muchas gracias :)

      Besitos.

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    3. De nada. Gracias a ti por escribir.

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