jueves, 12 de abril de 2012

Paz, relax y... ¡CEMENTERIOS! O qué bien sienta un paseo vespertino-nocturno en Terra de Meigas ;-)

Esta semana santa (sí, con minúsculas) ha sido más corta de lo normal. Sí, he disfrutado de miércoles por la tarde a domingo pero hasta este año estaba acostumbrado a disfrutar de sábado a domingo de la semana siguiente. Como decía ha sido más corta de lo normal pero no por ello menos buena. De hecho la he disfrutado  de forma diferente por muchos motivos y todos igual de buenos. Pero lo mejor es empezar por el principio:

Como viene siendo habitual cada vez que tenemos más de tres días libres, nos vamos a Terras Galegas. Mis suegros son de un pueblecito de Orense, un pueblecito entrañable que es un remanso de paz y relax para mente y cuerpo.

Vistas desde el balcón


Yo que soy madrileño de pura cepa tan sólo había veraneado en "la playa de Madrid" (es decir, Valencia y alrededores) y de vez en cuando en el sur. Incluso cuando estuve viviendo en Zaragoza íbamos a veranear al sur. Después cambiamos playa por sierra y elegimos (es un decir puesto que eligieron mis padres) la Sierra de Gredos. Total que el norte era un total desconocido para mí hasta que entró en mi vida mi querida Mae y lo puso todo patas arriba (por supuesto en el buen sentido). Una de las primeras cosas que cambió en mí fueron los lugares de veraneo. Ahora lo normal es visitar Asturias y Galicia.

Praia As Catedrais


No nos olvidamos de Cantabria y País Vasco pero con Galicia tenemos una relación especial. Como he dicho antes mis suegros son Gallegos por lo que hemos pasado bastante tiempo allí y esta semana santa no iba a ser una excepción ya que siempre que estamos allí las meigas nos poseen, purifican nuestra mente y nuestro cuerpo y nos devuelven como nuevos a la siguiente tacada de trabajo hasta las siguientes vacaciones.

Meigas


Este año íbamos Mae, mis dos pelotillas (recuerdo a los lectores NO asiduos al blog que son mis hijas) y yo, pero allí nos íbamos a encontrar con mis suegros, mis cuñados y mi sobrino, total nueve personas de distintas edades y gustos. Esto prometía...
Y de hecho las vacaciones no decepcionaron. Niños pensando sólo en jugar, perros pensando sólo en salir, adultos pensando sólo en descansar, adultos pensando sólo en comer, adultos pensando sólo en vaguear, adultos pensando sólo en fotografiar, niños que seguían queriendo jugar, perros que seguían queriendo salir... En fin lo normal.

Hubo tiempo para todo, pero una de las cosas que con más cariño recuerdo fue un paseo vespertino que terminó convirtiéndose en nocturno y que tuvo como etapa intermedia el cementerio. Salimos a pasear mi cuñada(4X años), mi cuñado (4X años), mi sobrino (10 años), mis hijas (9 y 6 años), Mae (XXX años donde X es un valor entre 0 y 9 ;-)) y yo (pocos años). Comenzamos a andar sin rumbo fijo en un día especialmente nublado.

Preciosas nubes

Era relativamente pronto y no salimos con linternas o cualquier otro tipo de equipación para una excursión nocturna. Los niños corrían detrás de un balón y los adultos charlábamos alegremente sin rumbo fijo. Cuando nos quisimos dar cuenta íbamos camino al cementerio.



Mae empezó a quedarse atrás haciendo sus famosas fotos. Y lo digo sin cachondeo, hace unas fotos muy, pero que muy buenas. Ahora que hasta que aprieta el botón disparador de la cámara puede pasar un buen rato entre mediciones de luz, ajustes de objetivos y demás cosas que a mí me parecen de otro mundo (zapatero a tus zapatos y Zapatero a dar conferencias como todos los ex-presidentes).
Los niños empezaron a agruparse y a ir entre los adultos, protegidos por los cuatro costados. Empezaban a hablar bajito y dejaron de emitir los gritos a los que nos tenían acostumbrados. Total que cuando nos dimos cuenta estábamos decidiendo si entrar o no al cementerio. Ya era casi de noche y con tanta nube no se veía la luna. Al final decidimos entrar y hacer una visita a los familiares allí enterrados. Dimos una vuelta a todo el cementerio y cuando salimos ya era de noche. ¿La luna? Una imagen vale más que mil palabras. Ahí se ve un punto blanco a la izquierda...

¿Luna?

La vuelta fue de lo más curiosa. Como he comentado antes las meigas debieron poseernos a todos y nos hechizaron con el famoso hechizo fuera miedos puesto que íbamos en trio-parejas de la siguiente forma:
En cabeza iban Mae, mi hija mayor de la mano de Mae y mi cuñada. A unos 20 metros iban mi sobrino y mi hija pequeña cogidos de la mano. Y a otros 20 metros y cerrando la procesión íbamos mi cuñado y yo. Y no, no íbamos cogidos de la mano (aunque tampoco habría pasado nada). No veíamos nada, no había farolas (lógico cuando caminas por un bosque) pero volvíamos cada uno a lo nuestro, charlando y llenos de paz y relax.

Galicia is different. Soy madrileño y estoy orgulloso de ello pero no puedo evitar sentirme gallego y no puedo evitar sentir la necesidad de volver y volver y volver allí.

Orreo

Lógicamente esto tan sólo es un episodio de estos tres días. En próximas entradas habrá más...